Querido Alex,
de ti son muchos los recuerdos que tengo, pero si soy completamente honesto, admito que hay una frase que siempre aún resuena y una imagen que siempre se proyectaba en mi mente. La frase: La energía nunca se destruye, solo se transforma. La imagen: Tu cuerpo vacío de tí, preparado, pero macabro, en un ataúd. Busco siempre disolver esa imagen, no solo con tantas imágenes lindas de incontables y hermosos recuerdos, también lo hago en mi búsqueda de sentido por la vida, la mía, la tuya y en proyección la de cada uno de nosotros en la familia, la de mis hijas y la de las personas que amo. En esa búsqueda, ahora también intento sentir y por medio de esas sensaciones, empiezo poco a poco a tener una nueva relación contigo. Ya han pasado 6 años y he aprendido algunas cosas. En el significado que doy a estas, muchas veces, existe una conexión contigo, con tu etapa como mi hermano menor en esta, mi vida, que en cuerpo nos presentó.
Aprendí que todo lo material es a la vez pasajero, efímero para nuestra percepción. Lo he leído y meditado muchas veces, pero tu cuerpo ya sin tí, aquel 20 de septiembre me lo enseñó con la nitidez necesaria para empezar a comprenderlo lentamente. La muerte, como la vida, bien podrían ser inicio y fin del tiempo, pero aprendí que ni nos reducimos a materia, ni el tiempo es cuestión de quién lo mide. Mi entendimiento aquel día se limitaba a que el tiempo había acabado para tí. Hoy puedo consultar a mi corazón y el fin del tiempo ya no es una cuestión.
Aprendí que Dios sí existe, pero que solo lo puedo presenciar y sentir, no describir. Así que ya puedo llamarlo Dios aunque le tengo muchos nombres y no me decido por uno, tampoco siento la necesidad. Tu que como yo, inculcados por papá y mamá, sometíamos todo al razonamiento y a la ciencia, simplemente reducíamos las cosas a lo que se pudiera explicar, anticipadamente limitabamos el significado. No se que tan conciente haya sido tu intención cuando nos recitabas reiteradamente la frase sobre la conservación de energía, pero el alcance que para mí ha tenido, es que tu consciencia fue una antes de conocerte, y es la misma hoy.
Aprendí que también hay ciencia detrás de las muchas personas que han regresado a su cuerpo justo antes de desprenderse totalmente. Aprendí que sus repasos lúcidos de la vida y su observación supramental del acontecer, incluído su propio cuerpo material que muere, son prueba de la consciencia como unidad. Unidad porque como pieza individual se experimentó en el cuerpo, unidad porque retorna de su misión experiencial a la nada, que es la unión de todo. Hoy puedo visualizar tu despedida y sentirme tranquilo, siento la certeza de que fuiste sorprendido por un viaje de paz sin igual en el cuerpo, rumbo a la nada y por supuesto sin expectativas. Digo que siento la certeza, no que lo sé. Lo asumo porque desde que comprendo el significado de todo en su conjunto, ya no temo a mi propia muerte. Se que cuando la reconozca ante mí, mi mente por instinto podría permitir angustias, pero querré viajar tranquilo y asumiré el momento conscientemente, eso me he propuesto. Ahora solo quiero vivir… conocer y vivir mi misión, cada vez más consciente.
Recuerdo tus desdoblamientos, tengo el relato vívido en mi recuerdo. En lo que llamabas un sueño, salías de tí mismo y podías observar tu cuerpo echado en la cama, dormido. Una vez me contaste que despertaste en medio de una sensación de opresión que ejercía una fuerza sin agente sobre tu cuerpo, además en medio de asfixia. No puedo decir que comprenda hoy lo que te pasaba, pero le doy un significado profundo y en mi representación mental de quien fuiste en esta vida, cosas así pesan mucho. Me ayudan a sentir que eras alguien especial, y que tu partida temprana fue con propósito. Aprendí que los sueños son también un estado de consciencia, que los hay lúcidos y de todos los niveles. Aprendí que estos estados de consciencia sorprenden al ego debilitado, sin información sensorial a la mano para ejercer. Aprendí que en esos estados llegan respuestas y señales desde la consciencia universal que no siempre somos capaces de interpretar. Aprendí sobre Carl Gustav Jung y sus descubrimientos, sobre una ciencia entera dedicada a estas cuestiones. Aprendí que hay pruebas sobre la recepción de esta información. Aprendí que Albert Einstein y Nikola Tesla, entre otros, sabían interpretarlas. A veces pienso que esos desdoblamientos, ese canal abierto que tenías con el más allá, eran llamados de un hermano con quien compartiste el vientre de mamá, pero cuyo cuerpo no alcanzó a nacer en nuestro espacio y cuya consciencia descansaba en potencia. Tal vez la asfixia en medio del desdoblamiento era la prevención de tu ego entredormido, condicionado robustamente a la materia como única existencia, que bloqueaba la frecuencia de aquel llamado. Estas preguntas tal vez un día me sean respondidas de una forma que por ahora desconozco. Pero cuando sigo el curso de estas suposiciones, me lleno de paz, como cuando otras veces logro comprender algo.
Aprendí que llegamos a este mundo vacíos y que en el vacío reside Dios. Aprendí que la inteligencia sagrada de nuestra vida no necesita nombre, disfraz ni rol, basta con amor para desplegarse. Aprendí que así como en el espectro visual de la materia, nuestro cuerpo se delimita así mismo con densidad recubierta de piel para identificarse, nuestro cuerpo mental se identifica con el recuerdo y significado de cada experiencia vivida y sus emociones, forjando el ego y sus arcas de acondicionamiento. Aprendí que así como el cuerpo crece y pasamos de niños a adultos, de endebles a fuertes, para luego desvanecerse de a poco y endeble reconocer su mortalidad, el ego también evoluciona desde identificar un día su nombre, hasta dominar la percepción de la realidad incluído el significado, hasta desvanecerse cuando es trascendido para servir de plataforma hacia la iluminación. Aprendí que algunos trascienden el ego sin la amenaza próxima de la muerte, renacen en vida para ser maestros, sin dejar de ser humanos. Aprendí que dentro de nuestro condicionamiento, hermano mío, estaba limitarse a la realidad material y a lo que la ciencia podía explicar y predecir. Tu hoy estés tal vez más avanzado, ambos andamos el mismo camino en unión, entrelazados cuánticamente. Aprendí que ni el alma ni el cuerpo son agentes libres, la consciencia universal sobre ambos revela la unidad.
Aprendí que en esta tierra nacemos, morimos y renacemos. Que la evolución se da en nuestra propia vida física, sin limitarse a una sola, pero también fuera de ella a nivel de consciencia. Aprendí que todas las religiones son mapas en ese camino, laderas de una misma montaña que nos revela la unidad con Dios… Allah, Brahma o consciencia universal, algunos nombres más. Cuando todos lleguemos a la cima, sobre ella el grano más ínfimo nos reunirá a todos. Aprendí que quienes inspiraron las grandes religiones fueron avatares que en vida física sobre la tierra, fueron capaces de reconocer y vivir la unidad, pudieron crear desde la imagen y semejanza de su propia unidad de consciencia… Jesús, Buda, Mahoma. Mi mente se pregunta si Dios desde su causalidad descendente los envió desde el principio con esa misión o si les fue revelada ya en vida porque ellos en su propia evolución se reconocieron verdaderamente como hijos. Todos fueron místicos entregados, y si Dios evidentemente también juega a los dados, no necesito saber la respuesta. Aprendí que los hindúes creen que como Avatares, todos estos maestros alcanzaron la iluminación evolucionando en muchas vidas, también creen que ese es el destino de todas las unidades de consciencia, nuestro destino, el tuyo y el mío. Por supuesto no en cuerpo. Aprendí que cada vida debería ser una sección más elevada en la ladera de la montaña. Lo cierto es que todos los maestros afirmaban al igual que Jesús, que Dios reside en nuestro interior, que estamos hechos a semejanza. Comprendí que la vida es un camino de reconocimiento.
Antes no habría sabido cómo interpretar la expresión Dios sí Juega a los Dados. Recuerdo perfectamente como me hablabas maravillado sobre la teoría de la relatividad general de Einstein, recuerdo que fuiste el primero que me habló de la deformación del espacio-tiempo. Recuerdo tu fascinación por la serie The Big Bang Theory y tu gusto, humor y afinidad por Sheldon, una representación de tu autoimagen en la TV, supongo hoy. Pues bien, leí ese libro que jamás pensé que iba a comprender cuando lo mencionaste… El Universo en Una Cáscara de Nuez, y varios más. Aprendí que incluso Einstein tuvo dificultades para soltar su paradigma, por entonces universal, y entregar su mente a la naturaleza probabilística y cuántica del universo. Su famosa frase respecto a la porción de azar que también Dios permite “lanzando los dados”, aterriza mis propias pretensiones mentales sobre comprenderlo todo racionalmente y da cabida a mi intuición, a sentir un significado. Comprendí que Einstein sí creía en Dios, más allá de que lo afirmara, comprendí por qué.
Cuando pienso que de alguna manera, haberte conocido propició que mi búsqueda de significado me llevara a la física cuántica y a reconocer a Dios, imagino una escena donde hablamos de todo eso… donde intentas explicarme como en algún momento espontáneamente lo hacías sin recibir mi profunda atención. Tal vez la vida que habites hoy, en la forma que sea, te haya permitido ya trascender el ego y reconocer que como consciencia ya estuviste un paso más cerca de la iluminación, siendo mi hermano.
Aprendí que ni el diablo ni el infierno existen, así como tampoco el Dios todopoderoso en su trono cuya puerta de entrada cuida San Pedro. Aprendí que Dios no es todopoderoso, que no está en sus manos el bien o el mal. Aprendí que con nosotros de por medio, lanza sus dados al azar. Somos nosotros sus hijos, construidos desde su misma inteligencia universal, portadores no siempre conscientes de ella, quienes creamos la realidad. Dios nos hizo libres y creativos, a imagen y semejanza. Nuestro libre albedrío hace parte entrelazada de la realidad cuántica del universo. Aprendí que si toda materia es una onda de posibilidad y de nosotros los observadores depende su expresión, nuestra creación es obra de Dios, sin ser juzgada, ya lo es. Aprendí que para que la evolución de nuestra consciencia, individual y colectiva como humanidad, desemboque en el Amor, la esencia, Alfa y Omega del Universo, necesitamos trascender el ego, necesitamos reconocernos verdaderamente como hijos, como unidades de consciencia divina. Volviendo a Lucifer y a San Pedro en sus roles, no me basta con decir que ya sabía que no existían… debo decir que tanto el cielo como el infierno se transitan en vida. Tal vez sobre eso estaríamos de acuerdo.
Aprendí que una consciencia renace, que esa es ciertamente una posibilidad universal cuántica. Que hay infinidad de casos estudiados al respecto, con pruebas científicas blandas que desvanecen el paradigma materialista de la vieja ciencia. Aprendí que la creatividad es un salto cuántico y que la discontinuidad de esa energía creadora fue revelada por un electrón saltando entre órbitas sin transitar el espacio intermedio, también una prueba científica blanda aceptada por quienes desde la ciencia reconocen a Dios. Aprendí que hay genios y grandes talentos que escapan al ritmo de evolución de la mente y el ego, que no son milagros sino la memoria como posibilidad energética que una consciencia trajo consigo al nuevo cuerpo y se ajusta al propósito evolutivo de Dios. Aprendí que los más trascendentes científicos, también Einstein y Tesla, creyeron en un Dios sin nombre, no por creación mental, sino por intuición.
Aprendí mucho sobre el cáncer, más allá de su amenaza y funcionamiento, aprendí que dentro de la realidad existen cuerpos sutiles más allá del físico sensorial, que emiten y reciben energía. Aprendí que tenemos nudos energéticos y que un sentimiento reprimido tiene la capacidad de cortar el flujo de la energía y menguar la capacidad del sistema inmune de reconocer y deshacerse de una célula maligna, tarea por lo demás permanente. Aprendí que el chakra del ombligo, por ejemplo, contribuye a que evolucionemos emocionalmente y a hacernos responsables de nuestros actos, en las relaciones con los demás y con nosotros mismos. Aprendí que se relaciona con el elemento fuego que representa la voluntad de iniciar, representa la acción y el equilibrio, la fuerza del guerrero espiritual. Hoy cuando por alguna razón cualquiera me encuentro vomitando, sé que puede haber una carga emocional saliendo de mí. Aprendí que yo también podría enfermar de cáncer si no transmuto y trasciendo mis emociones. Aprendí que cualquiera puede enfermar así o de manera similar, también todas las personas que quiero. Por eso con la comprensión me han llegado las ganas de escribir. Comprendí que está en mí interpretar tu legado, tu inesperada partida de este mundo. Comprendí que por amor a quienes amo, debo compartirles mi interpretación, a ellos y a millones más.
Alex, aprendí que hoy tu consciencia puede estar en cualquier lugar. Renacida como otra persona, como otro ser vivo cualquiera donde sea. No necesariamente estarás conciente de ello, si es que estas renacido en una etapa más en esta tierra, avanzando en tu nueva oportunidad. Pero también puedes estar lejos, en un lugar que escape mi potencial imaginario actual. Tu consciencia puede estar descansando en potencia, en la no-localidad cuántica de las posibilidades, a la espera de renacer, o de actuar sin forma física como eslabón de Dios, como lo que mi mente representa como ángel. No necesariamente blanco ni con alas, más bien fuera del espectro visible, si acaso la imagino como una hermosa nebulosa de infinita frecuencia. En realidad evito representarte mentalmente, aunque mi ego no conoce de otra forma. Pero conscientemente reconozco que el camino hacia el reencuentro con Dios, contigo y con todos, pasa por elevarme al más allá, a través de mi cuerpo. He aprendido sobre técnicas de meditación que nos acercan a esa posibilidad, también sobre místicos sin y de todas las religiones que alguna vez lo lograron. He aprendido que la glándula pineal es una herramienta, nuestra antena para captar la frecuencia de Dios y transducir las señales de su consciencia universal. También aprendí que conectar con Dios en vida nos sigue dejando aquí como humanos, con el debido libre albedrío, la responsabilidad de aportar o no a su evolución, de crear. Estoy en pañales respecto a cualquiera de los pasos y no se si esta vida me alcance, pero ya no tengo afán.
Gracias doy por conocerte, gracias doy por nuestra unión. Te pido que si te es posible me des siempre una mano, una señal. Espero poder reconocerte. Te prometo más amor y más unión en nuestra familia.
Tony Varela,
Bravamar, 20.09.2021.
campeon, me gusto mucho tu escrito. Eso si, hay que concentrarse mucho con tanta informacion compacta. Un abrazo y te quiero mucho
Me identifico mucho con esta historia, algún día también quisiera escribir acerca de la partida de mi papá, su proceso con la enfermedad y como eso me acerco más a Dios y a entender muchas cosas acerca de esta vida terrenal. Gracias Tony por compartirlo!
Gracias por compartir esto coach, expresiones del alma. Un abrazo
Coach estremecedor relato e inspirador ejemplo de crecimiento y madurez llena también de mucho amor. 👏🏻👏🏻🙏🏻🙏🏻❤️
Espectacular tú carta, un abrazo
Si lo hubiese leído hace un año te hubiese entregado el certificado de una!!!! Pero las cosas no pasan siempre cuando uno las desea….
Alex gracias porque cualquiera que sea la forma que hoy estés tomando, has dejado un legado a través de tu hermano Tony que te ha hecho eterno.
Gracias Toby por compartirnos este mensaje de reconocimiento a la unidad que somos más allá de las formas, teorías e interpretaciones. Honro sus vidas y vidas eternas.
Gracias por poner en letras la Consciencia de Unidad desde la espiritualidad y la ciencia. Al fin de cuentas es lo mismo. Gracias a tu hermano Alex por la luz que sigue brindando a través de ti.
Aprendi mucho! Gracias Alex y Tony por la consciencia de lo inconsciente universal.
Vivencias tan inspiradoras!