Era poco antes del amanecer y la naturaleza empezaba a despertar en la Finca Santa Elena, una pequeña parcela de amables campesinos, cuyo encanto era la hermosa vista hacia las cumbres nevadas de la montaña más alta de la zona, la Sierra Nevada de Santa Marta. Simone y Samay, hermanas valientes y amantes de la naturaleza, podían oler el aroma a chocolate caliente entrar a su habitación, cuando Rubiela, mujer fuerte y de voz potente les decía: – “Buenos días chicas, un chocolate caliente para llamar al sol.” Rubiela era a quien pertenecía la parcela, era ella quien cuidaba este pequeño paraíso, llamado así en honor a su abuela. Santa Elena contaba con música para cada momento del día, y a la hora del chocolate era el gallo Claudio quien se lucía – “Kokoroyoooo.”
“Kokorotuuu” – respondía Samay mientras disfrutaba de su delicioso chocolate caliente. Simone mientras tanto, con botas ya puestas y al son de los pájaros cantores, alistaba el agua, las frutas y un saco de nueces para montarlo en Calancho, quien no cantaba, pero tenía paso seguro y lomo ancho. Calancho era el caballo preferido de la señora Rubiela, y hoy su misión era llevar a sus jinetes a lo alto de la montaña.
El sol ya calentaba un poco y las últimas nubes de lluvia empezaban a diluirse. Las montañas empezaban a aparecer entre la niebla y los rayos del sol sobre las cumbres de grandes árboles daban paso al cantar de los monos aulladores. Calancho sabía que esa era la señal para ponerse en marcha, así que, fiel a su estilo, levantó dos patas para enseñar que estaba listo. Rubiela ya había preparado el sillín, así que llenas de buena energía, Simone y Samay, treparon sobre Calancho y cuerdas en mano partieron a paso seguro cabalgando. “Adiós señora Rubiela, gracias por todo” – se despedían ambas al unísono, mientras los perros ladraban, los gatos maullaban y las gallinas revoloteaban, todos gestos de despedir con honores a dos buenas visitantes.
El camino era empinado y accidentado. Las hermanas habían acordado cambiar de puesto a mitad de camino. Hasta la cascada San Juan iría Samay adelante, luego pasaría Simone. Calancho y sus jinetes se adentraban en el bosque de niebla. Los rayos del sol penetraban el bosque y hacían de él un lugar mágico. Samay de repente jaló las cuerdas hacia atrás y Calancho se detuvo. – “Mira Simone, que mariposa tan azul como hermosa” – Calancho se sacudía, pues aquella se posaba sobre su cabeza. De repente, la magia del bosque se hizo presente con un pequeño remolino de polvo de estrellas y aquel particular sonido de campanitas. ”Hoy soy una bella mariposa, soy libre para volar a donde quiera, y con el color azul intenso que visto, embellezco todos los bosques del planeta” – se le escuchaba decir a aquella mariposa con alas abiertas sobre la cabeza de un caballo. “¡Qué maravilla!” – decía Samay encantada, “nunca había escuchado a una mariposa hablar como yo” – expresaba asombrada. Simone muy atenta y afortunada, preguntaba “¿Cómo es que puedes hablar como nosotras?” La Mariposa, con tono suave y calmado, sin perturbar a Calancho, respondía: “El bosque es un lugar para aprender y cuando a un visitante algo quiere enseñar, usa su magia para hacerme hablar. No soy yo la única que habla, lo hacen hormigas, búhos y hasta hongos, es la magia del bosque que con polvo y sonido de campanillas, nos convierte en mensajeros” – concluyó. “¿Y qué podemos aprender hoy del bosque?” – preguntaba Samay con curiosidad. “¡Sí! Por favor cuéntanos” – añadía Simone.
“Pues bien, escuchen con atención. Cuando era tan solo una oruga, solía quejarme con el bosque, pues mi sueño siempre había sido volar. Pero en aquel entonces, no sólo era lenta y pegajosa, también tenía que aguantar colgada de una rama, muy lejos del suelo, sin poder hacer mucho. Creía que el bosque, a sabiendas de mis sueños, quería tan solo molestarme y hacerme enfadar. ¿Qué hice para merecer esta vida? – solía reclamar a menudo. Una buena mañana de primavera, cuando el verde de las hojas ilumina los corazones, un búho muy sabio, antes de adentrarse a su cueva a dormir durante el día, me dijo: “Debes confiar en el bosque, él siempre escucha tus deseos y todo aquello que te sucede guarda siempre una llave hacia estos. Debes siempre soñar y confiar en tí… Y siempre que te suceda algo que no te gusta, deberás confiar en que el bosque tan solo quiere enseñarte una llave.” – finalizaba la mariposa su intervención. Simone y Samay seguían muy atentas y asombradas la historia de aquella joya azul del bosque. “Y bien, valientes exploradoras” – continuaba la mariposa, “Entendí el mensaje de aquel sabio búho y en adelante empecé a dar las gracias cada mañana al bosque por la llave que escondía para mí. Mis sueños hicieron que mi pequeño corazón de oruga latiera cada vez más fuerte y poco a poco, las paredes de mi caparazón se fueron agrietando. Por momentos tuve algo de temor, pues colgaba siempre de una rama muy alta y podía caer al suelo. A los pocos días, de mi espalda, empezaron a brotar pequeñas telarañas, luego una hermosa tela azul las cubría y en ese momento comprendí, que mis deseos se hacían realidad. Agradecer al bosque cada día y confiar en él, tal y como decía el sabio búho, era lo que necesitaba para ser feliz. Hoy tengo estas hermosas alas azules y luego de haberme soltado de aquella rama tan alta, hoy puedo volar por donde quiera. El bosque me abraza y mi misión es contar lo que aprendí a los exploradores que como ustedes nos vienen a visitar.”
En ese momento, apareció nuevamente el polvillo mágico de estrellas y el sonido de campanillas. La mariposa revoloteó con sus alas y Calancho sacudió su cabeza algo enojado con aquella mariposa. Samay y Simone se percataron que durante aquel momento mágico Calancho había sido mágicamente congelado y lo que para las jinetes había parecido un encuentro de 5 minutos, para Calancho había sido casi todo un día. El sol se ocultaba y las jinetes bajaban a armar su campamento y a prender una fogata, estaban ya muy cerca de la cima. Calancho seguía algo disgustado porque aquella mariposa despeinado lo había dejado. Fue entonces cuando Samay con tono suave y algo mágico le dijo: “Debes agradecer al bosque por aquella mariposa Calancho, puede que allí en tu cabeza pronto lleves un cuerno y seas entonces el unicornio más guapo” – Simone le daba un pequeño cariño y le añadía, “así es Calancho, debes siempre ver el lado bueno de lo que sucede.” Cansados todos, durmieron plácidamente alrededor de la fogata.
Tony Varela, Bravamar 20.02.2022
Muy linda historia y muy profunda enseñanza, me encanta.
Maravillosa historia con un mensaje de enseñanza importante para niños y adultos. Me gusta mucho.