Métricas sí, ansiedad no.

Escucha la versión audio leída por mi aquí:
-
Cuando en Silicon Valley invierten miles de millones de dólares por varios años, es probable que todos terminemos involucrados. Y sí, hoy por hoy somos muchos los que llevamos algún dispositivo (reloj, pulsera, anillo) que nos muestra datos sobre sueño, frecuencia cardiaca, pasos, calorías, y demás. Detrás de la precisión de estos datos hay mucha tela y mercadeo, pero de eso en otra ocasión. Si me preguntas ¿Vale la pena apoyarse en estos dispositivos? Mi respuesta es un rotundo SÍ. Luego como con todo, hay que aprender en el proceso. Puedes a través de ellos entender mejor tu cuerpo, pero puedes también distanciarte de él.

En la primera carta te contaba sobre mis experimentos para mejorar mi sueño. Pues bien, incluso ya cerrada esa fase, me quedé con el hábito de siempre revisar cómo dormía. Pasado el tiempo me vi yendo a cama pensando en cómo estarían los datos al despertar. Tantos datos se convirtieron en un factor de ansiedad y llegaron a afectar mi sueño. A veces prefería no ver nada, no quería condicionarme, necesitaba funcionar. El problema es que así, con los días relativizaba mi autocuidado, y cuando finalmente decidía volver a mirar datos, al poco tiempo me abrumaban nuevamente. Un ciclo que tenía que romper.

¿Qué cambié?

Instalé una dinámica muy simple que hasta hoy sigo usando:

Primero me observo.

Luego reviso los datos.

Después decido.

Los datos —de sueño, HRV, frecuencia cardíaca basal o lo que sea que mida el reloj— dejaron de ser jueces, pasaron a ser un mapa. Calibro mi brújula usando mis sensaciones y decido qué camino tomar. Habrá cosas que no podré dejar de hacer ese día, pero estaré más atento a compensar mi cuerpo con acciones. Si decido hacer un entrenamiento al límite de lo prudente, me comprometo con un ejercicio de respiración al terminarlo, si es necesario recorto 5 minutos para hacerlo. Si ese día tengo una presentación importante o una agenda apretada, programo micro-resets mentales o físicos cada 2 horas, me pongo alarmas para respetarlo. La clave está en el micro, para no sacar la excusa del tiempo.

Es como elegir una ruta alterna para evitar una autopista que sabes está llena de trancones. Llegarás en mejor estado, en todo caso será más llevadero y quedarás con ganas de seguir. Y solo la consistencia te lleva hasta Roma.

Hay condiciones:

  • Necesitas franqueza implacable en la autoobservación. Si no, caes en el autoengaño disfrazado a veces incluso de fuerza de voluntad. ¿Cómo me siento al despertar? ¿Qué tal dormí? ¿Regenerado?

  • Tienes que ver los datos en contexto: quizás reflejan una fase de adaptación al entrenamiento, nuevas rutinas, ser padres, un viaje… Pero cuidado con normalizar lo que no te hace bien. Si no ajustas, desencadenas una espiral negativa, cuerpo o mente te obligarán a detenerte tarde que temprano.

  • No buscas perfección, también aquí necesitas 20% de flexibilidad. Un día malo no significa que todo va mal, lo que importa es la tendencia. Tu interpretación y los ajustes que hagas, te harán más capaz. Aprendes a gestionar mejor tu energía.

  • Y si la tendencia es negativa y no lo sientes, puede que estés desconectado de tu cuerpo, tu vehículo. Esa sería la alerta real y permanecer allí puede no llevarte a Roma. Tiempo de pensar en los ¿para qué? y priorizar.

¿Y tú? ¿Desde dónde tomas decisiones sobre cómo manejar tu energía cada día? ¿Te ha pasado que prefieres no mirar datos? ¿En qué datos sueles fijarte? Me encantaría leerte.

Yo hoy sigo midiendo, pero con otra mentalidad. Y a veces, me doy semanas sin data. Solo sensaciones, solo escucha. Es como hacer equipo con mi cuerpo, recordar lo que en realidad ya sé.

A veces la desconexión no viene por falta de datos, sino por exceso de estímulos. Por eso, en la próxima edición quiero contarte qué me ayudó a leer aún mejor mi cuerpo, sin tecnología de por medio.

Un abrazo,

Coach Tony

Siguiente
Siguiente

Algo que para mi lo cambió todo